(Adaptado de la Escuela Virtual para Padres, por Pbro. Santiago León Quiñónez)
Un niño de la catequesis me dijo un día: “Catequista, como hueles agradable” y yo le dije: “Pero mi niño, ¿A qué puedo oler sino uso loción, ni perfumes? Con seguridad no huelo a nada”. Te equivocas catequista, hueles agradable, Hueles al maestro, me contesto con rostro sonriente.
Esta respuesta me embarga de emoción y me hace reflexionar. Es una respuesta hermosa, llena de amor y de ternura. Hueles al Maestro. Yo nunca había pensado en ese olor, no lo había llamado así, nunca supe definirlo, pero ahora se que el catequista debe oler dulcemente al Maestro.
Hueles al Maestro cuando surcas las semillas del saber, cuando estas lleno de ternura, de amor, de cariño, de comprensión, de amigo, de facilitador, de intermediador.
Hueles al Maestro cuando le dedicas todas tus energías enseñándoles, cuando no comprenden la sesión. Hueles al Maestro cuando soportas sus griteríos, su desinterés, su falta de ánimo, cuando les hablas de sus deportes favoritos Aunque tú no entiendes nada.
Hueles al Maestro cuando los reprendes a tiempo e impones una disciplina dulce y firme. Hueles al Maestro cuando sabes decir “Si” y cuando sabes decir “No”. Hueles a maestro cuando juegas con tus alumnos sin importante que pasó con tu arreglo, cuando con ellos vuelves a ser niño(a) y compartes el juego con el trompo, la pelota, la bola.
Hueles al Maestro cuando con ellos cantas y cuentas cuentos, cuando escuchas sus quejas y oyes sus problemas y te haces amigo. Hueles al Maestro cuando alientas, animas consuelas en los momentos tristes y eres simpático con ellos.
Hueles al Maestro cuando das tu tiempo enseñándoles la lección. Hueles al Maestro cuando te preocupas por mejorar y aprender a ser como El Maestro, con humildad y sencillez las 24 horas del día. Hueles al Maestro cuando les enseñas a potencializar aromas de virtudes humanos y cristianos.
Hueles al Maestro cuando les enseñas hacer el bien y a evitar el mal. Hueles al Maestro cuando eres coherente con lo que dices y haces. Hueles al Maestro cuando le enseñas a perdonar y no a odiar.
Este niño me dijo que yo olía al Maestro y yo me siento muy feliz. Ojala todos los catequistas tuviéramos siempre ese noble y dulce olor al Maestro.
Adaptado por:
PEDRO ANTONIO ORTIZ CARDENAS
Catequista