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Enfrentando Gigantes: La Aventura de Ser Catequista

La locura de ser catequista: desafíos que todo catequista debe afrontar

Definitivamente estoy loco… o eso me dicen muchos a mi alrededor.

Después de una larga semana de trabajo, madrugar los sábados y a veces domingos, salir esté o no lloviendo, bajo un sol implacable o con un frío que cala hasta los huesos, mientras la mayoría de la gente duerme o disfruta de los partidos de su equipo favorito… Sí, sin duda alguna, muchos me consideran un loco.

Pero, ¿por qué esta locura? La respuesta es simple: soy catequista. Y es que ser catequista no es un trabajo, es una pasión que me llena el corazón y, más que eso, es una vocación, un llamado que me impulsa a compartir la alegría de la fe con los demás.

Por eso, cada semana desde hace ocho años, continúo embarcado en la aventura de aventuras, una aventura llena de risas, aprendizajes, momentos inolvidables y que además tiene muchos retos. Como lo es hablar de Dios en un mundo que parece alejarse cada vez más de Él, es como intentar explicar el color azul a un ciego.

Muchos piensan que los catequistas la tenemos fácil, que es solo poner a dibujar a los niños y enseñar unas oraciones que todos sabemos o, a lo sumo, seguir lo que dice un libro. Pero ser catequista es mucho más que eso. Es enfrentar desafíos diarios que nos ponen a prueba y nos fortalecen.

En este camino podemos encontrar varios desafíos, como puede ser que  muchas veces no hay recursos o no están los que nos gustaría tener, como lo son material lúdico; Pero esto realmente puede ser una oportunidad para que desarrollemos nuestra creatividad y dejarnos guiar por el El Espíritu Santo.

Por otro lado, alguno diría que es la tecnología y el uso de los celulares, ya que por ejemplo en niños y jóvenes se distraen mucho viendo las redes sociales o con los videojuegos que muchos satanizan; Aunque pensandolo bien, esas son solo herramientas que podemos aprovechar, son elementos de la cultura actual y la iglesia nos enseña que podemos inculturar para llevar el mensaje de Dios. Además, estoy seguro de que de existir estas tecnologías en el siglo primero Jesús y sus apóstoles usarían de alguna manera estas tecnologías para llevar el mensaje del reino de Dios.

Otra situación que podemos pensar que es un gran desafío es la diversidad cultural y social que encontramos en nuestros grupos. En la actualidad, vivimos en una sociedad cada vez más diversa, donde niños y jóvenes provienen de diferentes contextos familiares, culturales y económicos. Esta diversidad de culturas puede ser un reto, ya que no todos tienen las mismas experiencias o conocimientos previos sobre la fe. Además, algunos pueden estar pasando por situaciones difíciles en sus hogares o tener valores y costumbres diferentes. Sin embargo, este desafío también es una oportunidad para enriquecer nuestras catequesis, aprendiendo unos de otros y celebrando la multiculturalidad como un reflejo del amor de Dios por todos. Es un llamado para ser más abiertos y a adaptar nuestras enseñanzas para que todos se sientan acogidos y comprendidos, promoviendo así una comunidad más unida y solidaria.

Sin embargo, un desafío importante que a veces enfrentamos es la falta de apoyo o incluso la resistencia por parte de algunos sacerdotes. En ocasiones, los sacerdotes pueden tener sus propias ideas y métodos, y puede ser difícil para los catequistas trabajar en conjunto si no se sienten respaldados o si sus iniciativas son limitadas. Esta situación puede ser desalentadora, pero es crucial recordar que la colaboración y la comunicación son esenciales para el éxito de la misión catequética. Como se menciona en el Directorio para la Catequesis: “La relación entre los catequistas y los sacerdotes debe ser de colaboración y de respeto mutuo, para que juntos puedan realizar la misión evangelizadora de la Iglesia” (Directorio para la Catequesis, 233).

Además de los desafíos externos, también enfrentamos desafíos internos, como nuestros propios miedos, prejuicios y limitaciones personales. Estos desafíos pueden ser tan significativos como los externos y, a menudo, más difíciles de superar.

  • Miedos: Nuestros propios miedos pueden ser un gran obstáculo. A veces, nos limitamos y pensamos que no podemos hacerlo bien, ponemos excusas y decimos o pensamos: “no sé hablar bien”, “tengo una enfermedad o limitación física”, etc. Pero la historia de la salvación nos muestra que Dios elige a personas con limitaciones aparentes para realizar su obra. Recordemos la respuesta de Moisés cuando fue llamado por Dios: «¿Quién soy yo para ir donde Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?» (Éxodo 3:11). Sin embargo, Dios le asegura: «Yo estaré contigo» (Éxodo 3:12).
  • Ego: La búsqueda de brillar y el reconocimiento puede interferir con la verdadera misión del catequista. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que “la humildad es la verdad sobre uno mismo ante Dios” (CIC 2559). Es crucial recordar que la catequesis no se trata de buscar la gloria personal, sino de servir a los demás y compartir la fe de manera humilde y desinteresada, Pues el verdadero protagonista de la Catequesis es El Espíritu Santo
  • Ganas de brillar: A veces, el deseo de ser reconocido y destacado puede desviarnos del verdadero propósito de nuestra vocación. La vanagloria puede ser una tentación, pero debemos recordar que nuestra misión es para la gloria de Dios, no la nuestra.
  • Creer que sabemos todo: La soberbia de pensar que no necesitamos seguir formándonos puede ser un gran obstáculo. La fe y el conocimiento siempre pueden profundizarse y ampliarse. Mantener una actitud de aprendizaje continuo y apertura a nuevas experiencias y conocimientos es esencial para ser un buen catequista. El Directorio para la Catequesis enfatiza la importancia de la formación continua: “La formación permanente de los catequistas es fundamental para su crecimiento personal y para la eficacia de su misión” (Directorio para la Catequesis, 239).
  • Falta de humildad: Ser humilde es fundamental para un catequista. Reconocer nuestras limitaciones, pedir ayuda cuando sea necesario y aceptar que no tenemos todas las respuestas nos hace más auténticos y efectivos en nuestra misión.
  • El ser rueda suelta y olvidar la comunidad: A veces, podemos caer en el error de actuar de manera aislada, olvidando que formamos parte de una comunidad más grande, la iglesia. Colaborar y apoyarnos mutuamente en la comunidad nos fortalece y enriquece nuestra labor catequética. El Catecismo de la Iglesia Católica señala: “La comunidad cristiana es el lugar donde el catequista encuentra el apoyo y el aliento necesarios para su misión” (CIC 2226).
  • Testimonio de vida: La coherencia entre lo que enseñamos y cómo vivimos es esencial. Ser un verdadero testimonio de vida cristiana implica vivir según los valores que predicamos, siendo un ejemplo para los demás en nuestra vida diaria. Como se menciona en el Catecismo: “El testimonio de vida es la primera forma de evangelización” (CIC 905). Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra; es a través de nuestras acciones que realmente podemos inspirar y guiar a otros en su camino de fe.

En conclusión, ser catequista implica enfrentar múltiples desafíos, tanto externos como internos. Cada uno de ellos nos brinda una oportunidad para crecer y fortalecer nuestra misión. Con creatividad, apertura a la tecnología y un enfoque inclusivo, podemos superar estos retos y seguir compartiendo la alegría de la fe con todos. Doy gracias a Dios porque me ha llamado a vivir esta vocación y vivir esta aventura de ser catequista junto a muchos grandes compañeros, amigos y hermanos en la fe. Nos encantaría saber cuáles han sido tus desafíos internos en este camino y cómo los has superado.