
Jesucristo nuestro Salvador, en la Última Cena instituyó la Sagrada Eucaristía, dando así un sentido definitivo de la Pascua Judía. El “paso” de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección que es la Pascua Nueva, fue anticipado en la Cena y celebrado en la Eucaristía. Por la Eucaristía, Cristo confió a la Iglesia el memorial de su muerte y de su resurrección para perpetuarlo a través de los siglos hasta su segunda venida al final de los tiempos.
La Eucaristía como comida significa que el Señor mismo nos alimenta y se une a nosotros en una forma vital; así mismo, nos une a los demás ya que la comunidad es parte integral de la Eucaristía. La Sagrada Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua.
Los demás Sacramentos como también las obras de apostolado y todos los ministerios eclesiales, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. En la Eucaristía ofrecemos al Padre lo que Él mismo nos ha dado: los dones de su Creación, el pan y el vino convertidos por el poder del Espíritu Santo y de las palabras de Cristo, en el Cuerpo y la Sangre del mismo Cristo. Así, Cristo se hace real y misericordiosamente presente.